Argilo: La dama olvidada de la historia de Brañosera

Cuando se habla del Fuero de Brañosera, el primer fuero otorgado en España en el año 824, casi siempre se menciona al conde Munio Núñez como su gran impulsor. Sin embargo, en la sombra de este documento histórico se encuentra Argilo, su esposa, una mujer cuyo nombre quedó grabado en la historia, pero de la que apenas se sabe nada más.

¿Quién fue Argilo?

El Fuero de Brañosera menciona claramente que fue un acto conjunto: «Yo, Munio Núñez y mi mujer Argilo, buscando el Paraíso y recibir merced, hacemos una puebla en el lugar de Osos y Caza…». No fue solo Munio Núñez quien concedió el fuero, sino que Argilo también puso su sello en esta decisión.

En una época donde el poder estaba dominado por hombres y los documentos apenas mencionaban a las mujeres, su nombre nos revela que tuvo un papel fundamental en la creación de Brañosera como la primera puebla de España. Pero, ¿qué sabemos de ella?

Reconstruyendo su historia

No hay registros exactos sobre el origen de Argilo, pero podemos hacer suposiciones basadas en el contexto histórico. Probablemente pertenecía a una familia influyente, con tierras y linaje de prestigio, lo que explicaría su papel activo en la toma de decisiones. En la Alta Edad Media, las mujeres nobles no solo eran esposas y madres; muchas administraban territorios, defendían castillos y participaban en alianzas estratégicas.

Si imaginamos a Argilo en aquellos tiempos, podríamos verla como una mujer fuerte, acostumbrada a la vida en las montañas, a la dureza del clima y a la responsabilidad de gobernar junto a su esposo. Seguramente desempeñó un papel clave en la organización de la nueva villa, en la donación de tierras y en la fundación de la iglesia de San Miguel Arcángel, cuyo propósito era el bienestar espiritual de la comunidad y el descanso eterno de sus fundadores.

Una historia supuesta: La decisión de Argilo

Podemos imaginar un día de otoño en el año 824. En el bosque espeso de Brañosera, donde los robles y hayas cubrían el suelo con hojas doradas, Argilo camina con paso firme. Ha escuchado los planes de su esposo y sabe que fundar una puebla no es tarea fácil. Poblar un territorio salvaje, lleno de osos, lobos y caminos inciertos, requiere valentía y estrategia.

—No solo basta con marcar los límites de la puebla, Munio —le dice mientras observa el paisaje—. Si queremos que las familias vengan, debemos darles seguridad. Una iglesia, tierras de labor, justicia…

Munio asiente. Es un hombre de acción, pero sabe que su esposa ve más allá de lo inmediato.

—Donaremos tierras a la iglesia, para que sea el corazón de la villa —continúa Argilo—. Y nos aseguraremos de que quienes vengan a Brañosera tengan derechos y no sean tratados como simples siervos.

Esa misma noche, junto al fuego, Munio y Argilo plasman sus ideas en el documento que cambiará la historia. El Fuero de Brañosera no solo establece los límites de la villa, sino que concede libertad y derechos a sus habitantes, algo revolucionario en su época.

El legado de Argilo

Aunque la historia no nos ha dejado más detalles sobre su vida, el simple hecho de que su nombre figure en el primer fuero de España es un testimonio de su importancia. Fue más que la esposa de un conde; fue una mujer que ayudó a sentar las bases de la primera puebla documentada del país.

Tal vez es hora de recordar su historia, de darle voz y reconocer que, junto a Munio Núñez, Argilo fue también la madre fundadora de Brañosera.

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